La misericordia hacia los más desfavorecidos, la caridad cristiana con los necesitados y la opción preferencial por los pobres constituyen desde su mismo origen la identidad más profunda de lo que la Iglesia es, su vocación más característica. Y eso, a pesar de que en muchas ocasiones la Iglesia haya perseguido la riqueza como seguridad, el poder como instrumento de dominio y la influencia política como control sobre la sociedad. Ahí está la historia para mostrarlo, pero ahí está también para poner en evidencia que ésa no es la Iglesia que Jesús quiere. De modo que, por una parte, la propia incoherencia institucional en un aspecto clave de la fe, como, por otra, la demonización externa (y ahora también interna) del término caridad cristiana, sustituido por el de solidaridad en la época moderna, han oscurecido una evidente trayectoria eclesial de lucha contra la pobreza en su ingente trabajo por crear instituciones, congregaciones y entidades benéficas, muchas de las cuales permanecen en la actualidad.
Lo que la Iglesia está llamada a ser en relación con los pobres ha quedado recientemente reflejado en la exhortación apostólica de León XIV Dilexi te, que traducido al español significa te he amado, y lleva por subtítulo Sobre el amor hacia los pobres. En la misma se muestra en los capítulos III y IV que, a lo largo de la historia y también hoy, la verdadera riqueza de la Iglesia son los pobres, porque ellos son la condición para conocer al Dios vivo y verdadero que se nos ha revelado en Jesucristo: mirar a través de los ojos de los pobres y con los pobres para entender cómo Dios está en y entre nosotros es el camino de una espiritualidad encarnada.
El Documento final del Sínodo categoriza esta dimensión eclesial con la expresión opción preferencial por los pobres, lo mismo que había hecho Francisco y reitera León XIV. Y lo hace, no para diseñar nuevas estrategias de lucha contra la pobreza, sino para fundamentar teológicamente dicha opción. Así, la razón última por la que los marginados y excluidos han de tener un sitio preferencial en el corazón de la Iglesia es la de que ya lo tienen en el corazón de Dios. La opción preferencial por los pobres está implícita en nuestra fe en Cristo, pues en ellos la comunidad cristiana encuentra el rostro y la carne de Cristo, que de rico que era, se hizo pobre por nosotros, para que nosotros nos enriqueciéramos con su pobreza (cf. 2Cor 8, 9) (Documento final, nº 19. La mirada sinodal sobre los pobres no contempla ninguna propuesta de acción pastoral práctica, sino que apunta a una línea de conversión para la Iglesia que se resume en estos cuatro puntos: Ser pobre con los pobres, escucharlos, considerarlos sujetos de evangelización y aprender juntos a reconocer los carismas que reciben del Espíritu (Documento final, nº 19). Algo que, como se ve, va más allá del ejercicio de la acción socio caritativa de la comunidad cristiana.
La expresión aparece también en nuestra Síntesis diocesana. Es verdad que, por una lado, se habla de la necesaria coordinación y continuación de la acción caritativa y social, así como de una mayor implicación e invitación a nuevos voluntarios jóvenes, pero, por otro, en una línea más sinodal, se hace referencia a una Iglesia más pobre, que camina con los pobres y lucha por la justicia, con salida a las periferias, en particular a los enfermos, ancianos, personas que sufren soledad, discapacitados, personas privadas de libertad, migrantes, refugiados, parados, jóvenes con trabajos precarios y, en general, toda persona necesitada (Diócesis de Zaragoza. Síntesis diocesana, B.5., 6 y C.1., 3). De entre las tres opciones que la Iglesia diocesana ha de hacer en su camino sinodal, la de la opción por los pobres se ha de enfocar en el objetivo de ser Iglesia pobre con los pobres, recuperando gestos de denuncia profética… (Diócesis de Zaragoza. Síntesis diocesana, C.2., 7) y haciendo una opción preferencial y defensa de la causa de los pobres y de los más desfavorecidos (Diócesis de Zaragoza. Síntesis diocesana, C.3., 6).
Es esta visión la que realmente encaja con el sentido de conversión característico de una Iglesia sinodal: la que se centra no tanto en la organización cuanto en la renovación interna de la comunidad cristiana que se hace más evangélica cuanto más pobre y cuanto más abierta al compromiso con la causa de los pobres. Tan importante como el conjunto de todo lo que los cristianos hacemos por los pobres y los marginados es el signo de la Iglesia española de promover una iniciativa legislativa popular para una regularización extraordinaria de inmigrantes, a partir de lo que día a día se percibe en los estratos más humildes de nuestra sociedad. Tan importante como repartir alimentos es gastar tiempo en escuchar con empatía los testimonios de vida de personas y familias que sufren la incertidumbre de qué va a ser de ellos en nuestro país, como estuvimos haciendo la otra tarde un grupo de voluntarios de la Mesa por la Hospitalidad. Y en el mismo sentido, tan importante como coordinarnos es educar a la comunidad cristiana para la solidaridad la justicia y la comunicación de bienes; compartir tiempo, actitudes y bienes como exigencia de ser cristianos; dar credibilidad a la tarea evangelizadora, poniéndose a favor de los pobres y de los que no tienen voz ni sitio en la sociedad para que la Iglesia se sienta comprometida con los marginados y éstos la sientan como suya; dar un testimonio claro de pobreza evangélica y conversión continua que lleve a comprender la suerte y la vida de los marginados, haciéndose así efectivo y real el amor a los pobres; testimoniar que somos Iglesia de los pobres para hacer creíble el Evangelio… Abrumadora la insistencia del Sínodo Diocesano de Zaragoza (1984-86) en este aspecto (propuestas nº 4, 53, 54). Vamos, que hace tiempo que lo teníamos que tener claro.
La pregunta que hemos de hacernos en esta cuestión no es tanto la del marketing de nuestras páginas web: ¿Qué hace la Iglesia de … por los pobres y descartados?, sino la del evangelio: ¿Qué significa ser pobre con los pobres, escucharlos, considerarlos sujetos de evangelización y aprender juntos a reconocer los carismas que reciben del Espíritu? Pregunta que ahí queda para, entre todos, buscar los caminos para una conversión sinodal de la Iglesia también en relación con los pobres.
Emilio Aznar Delcazo. Diócesis de Zaragoza


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