La actitud es indispensable para todo. No podríamos vivir sin ella. El problema se plantea cuando, ante una tarea de necesaria renovación y reforma de la Iglesia, que tiene objetivamente su propia lógica, no estamos dispuestos a dar los pasos necesarios en el orden operativo y nos creemos que todo es cuestión de actitud y que, lo de la implementación, ya llegará como consecuencia del talante. De hecho, cuando nos hemos encontrado con la tarea de una Iglesia sinodal, le hemos dado enseguida ese giro actitudinal y nos hemos convencido, los que estemos convencidos, claro, de que lo que se nos pide simplemente es que hemos de ser más sinodales.

No es suficiente, y puede quedarse en una mera coartada de auto engaño para no hacer nada. La experiencia sinodal, por el contrario, lo que muestra es que sólo poniéndonos en camino y experimentando prácticas y estructuras renovadas, podemos conseguir que la vida de la Iglesia sea cada vez más sinodal (Pistas para la fase de implementación del Sínodo, p. 7). Diríamos que la actitud es imprescindible, pero no suficiente. Es necesario, de algún modo, experimentar. La fase de implementación del Sínodo viene a decirnos que es el momento, no tanto de hablar, sino de hacer.

De ahí que algunas diócesis aragonesas se han puesto manos a la obra y han diseñado planes específicos y extraordinarios de trabajo con el objetivo de aplicar los criterios y orientaciones del Documento final del Sínodo a la realidad de las respectivas Iglesias Locales. La de Barbastro-Monzón lo anunció el 27 de noviembre; la de Teruel y Albarracín el 29 del mismo mes. Caso distinto es la de Jaca, que tiene abierto ya un proceso participativo de trabajo sobre el Documento final y su implementación desde septiembre. Nada sabemos de la de Huesca ni de la de Tarazona. Zaragoza incluyó algunos objetivos en el Plan pastoral 2025-26, pero propiamente no ha presentado un plan de trabajo específico y, por el momento, no se espera ya hasta enero. Por su parte, el obispo nos ha dirigido una carta pastoral con el mensaje de que el Sínodo continúa.

En general, constatamos que la reacción de nuestras Iglesias locales ante el anuncio de la continuación del proceso sinodal hasta octubre de 2028 ha sido de mucha pereza. A un año y dos meses de la promulgación del Documento Final; a nueve de la carta a los obispos del cardenal Grech; a cinco de la publicación de las Pistas … todavía estamos dándole vueltas de a ver esto cómo se hace. Confiemos que el 2026 signifique un verdadero impulso a los procesos de implementación y que se retome realmente el trabajo. Si bien, la dificultad objetiva es que, desde septiembre, las comunidades, asociaciones, grupos y parroquias tienen ya sus planes de trabajo y preocupaciones propias; y esta dificultad termina siempre mostrándose insalvable. No digamos ya si, como viene ocurriendo desde que comenzó el proceso sinodal en el año 2021, la CEE sigue proponiendo otros itinerarios de trabajo que, de forma recurrente, se han van solapando con los trabajos del Sínodo. Y es que, como comenzaba diciendo, no solo es cuestión de actitud. En esta tarea, como en cualquier otra, son necesarios los medios y los recursos: dar los pasos en el orden operativo para una auténtica renovación y reforma de la Iglesia, que se traduzca en cambios constatables.

Por nuestra parte, retomaremos el trabajo de nuestros grupos sinodales de forma autónoma en el mes de enero a partir de nuestra recién estrenada coordinación; así como el de las publicaciones en el Blog. Por lo que, con esta entrada y como despedida, te deseamos, de corazón, una Feliz Navidad.

Emilio Aznar Delcazo. Diócesis de Zaragoza


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