“Al promover la corresponsabilidad en la misión de todos los bautizados, reconocemos las capacidades apostólicas de las personas con discapacidades que se sienten llamadas y enviadas como sujetos activos de evangelización. Queremos valorar la aportación que proviene de la inmensa riqueza de humanidad que traen consigo. Reconocemos sus experiencias de sufrimiento, marginación, discriminación, a veces sufridas incluso dentro de la propia comunidad cristiana, debido a actitudes paternalistas de lástima. Para favorecer su participación en la vida y misión de la Iglesia, se propone la creación de un Observatorio Eclesial de la Discapacidad (Documento final del Sínodo de la Sinodalidad, apartado 63, capítulo Carismas, vocaciones y ministerios para la misión).

Una Iglesia inclusiva

Es una realidad que mucho de nuestros templos tienen todavía barreras arquitectónicas, en pleno siglo XXI. Escaleras, escalones para entrar en la iglesia, puertas infranqueables, dificultades para acceder al altar…

Y están las barreras interiores. No siempre aceptamos con normalidad en nuestros grupos parroquiales al niño, adolescente o joven con discapacidad. ¿Y a los adultos? Eso conllevaría admitir en cualquier servicio de nuestra comunidad –como laico, religiosa o religioso, diácono o presbítero– a una persona con diversidad funcional, física, sensorial o intelectual. ¿Estamos dispuestos?

Mucho han cambiado las cosas desde que en mi Primera Comunión no pude asistir a catequesis con otros niños. Años después, el grupo juvenil de la parroquial sería un puente hacia la integración y consecución de tantos logros. Y aun así sigue quedando un largo camino en común por recorrer. Y es que, sin excluir a nadie, muchas personas con discapacidad no somos enfermos. La formación es asignatura pendiente.

Sacramentos de vida

Me impresionaron las palabras del profesor Antonio Cruz Casado sobre Gonzalo Enríquez de Arana y Puerto, un poeta andaluz del barroco tardío: “Gonzalo parece estar en posesión de una endeble salud ya desde su nacimiento, quizás prematuro, (sus padres habían contraído matrimonio el 14 de octubre de 1660), puesto que en su partida de bautismo se indica que se le hacen exorcismos y se le echa el agua con necesidad en su propia casa, detalles indicativos de una cierta premura en la administración del sacramento, tal vez porque está enfermo y se teme por su vida” (de la edición de El cisne andaluz, obra completa del poeta).

En la segunda mitad del siglo XX ya no existen exorcismos para el recién nacido. Sin embargo, a mí me bautizaron en el hospital al día siguiente de nacer. Quizá era lo común en las instituciones religiosas; o quizá fue por los problemas en el parto. Mis padrinos, a los que tanto he querido, serían por poder, no estuvieron presentes.

También mi Primera Comunión, que viví plenamente en mi inocencia y, esa sí, llena de familiares, fue en cierto modo casual. El cura. que fue a visitar a mi madre tras la cesárea para preparar el bautizo de mi hermano, exclamó con su habitual sonrisa: Esta niña tiene que comulgar. La Confirmación tocó cuando la asociación de “sentaditos” nos integró en el grupo de jóvenes de la parroquia, tan inesperada como llena de Gracia y de Espíritu. Al poco, se me dio redescubrir la Reconciliación, como fuente de savia y de paz. “Murió por ti, y por cada uno de nosotros”, / me reveló el compañero hermano. / Una marea extraña de agua y pájaros / me subió al corazón. En ese instante / volví del revés el calcetín” (poema inédito).

Y aquí hago un breve paréntesis. Si en todas las actividades de la vida de la Iglesia o una parroquia la persona con diversidad funcional, motórica, intelectual o sensorial, debe ser atendida, en la escucha y la confesión esa atención debe ser especial. Quien acoge y escucha debe adaptarse al lenguaje y la forma de expresión del asistido: lenguaje verbal, corporal, de signos, escrito… según las necesidades de cada caso. Dejando a la persona que se exprese, sin dar la absolución o una palmadita en el hombro por ser discapacitado.

Y el Matrimonio entre discapacitados, o cuando uno de los cónyuges lo es, sigue siendo grabado a nivel económico y social. Si cuentas con una PNC (pensión no contributiva), esta te la retiran si te casas. Y en el caso de parejas de viudos, con o sin diversidad funcional, que quieran rehacer su vida, una de las pensiones de viudedad corre el mismo camino. Aparte, dado el concordato Iglesia Estado vigente en España desde 1953, todo enlace religioso lo es también a efectos civiles. Y si hace anos podían celebrarse y mantenerse matrimonios secretos en la Iglesia, hoy tanto la pareja como el sacerdote pueden ser gravemente sancionados, si en un tiempo estipulado no se pasa el acta matrimonial al juzgado o ayuntamiento correspondiente.

Además de alimento espiritual y savia de crecimiento permanente, los sacramentos siempre fueron para mí un acicate de superación e inclusión social. Y así lo espero en el último hálito, en la Unción del Espíritu: “Todavía / la ermita se levanta en lontananza, / y el viento de poniente trae rosas y violetas. / Acaso en el silencio resuene una plegaria, o unos versos sencillos: / “Estoy reconciliada con la tierra, / lo estuve con la vida, lo estaré con la luz” (Pájaros de silencio).

Un camino en común

No podía faltar la presencia de los cristianos y personas con discapacidad. El encuentro virtual, promovido por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida en colaboración con la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, reuniría a conferencias episcopales y diversas asociaciones de veinte países. Experiencias de Ucrania, Liberia, Francia y México movieron muchos corazones. Así una joven catequista francesa con síndrome de Down: Al nacer, podría haber sido abortada. Estoy feliz de vivir.

El acercamiento a creyentes, agentes de pastoral y personas con diversidad funcional pasa por la escucha, incluida la lengua de signos. El padre Martín Peralta Pérez, asesor diocesano de la Pastoral de Sordos de la Arquidiócesis de Hermosillo (Sonora) y miembro de la DCYIA (Iniciativa de los Jóvenes Católicos Sordos para las Américas) participa también en el encuentro.

Sin olvidar nunca la acogida a todo tipo de discapacidad, física, intelectual o sensorial, sobrevenida muchas veces del conflicto bélico. Especialmente entrañable y revelador es la escucha de Dios en el silencio, como testimonia Luz Elena Bracamonte Zamora, coordinadora de la Pastoral de Sordos de la Arquidiócesis de Hermosillo, México.

Asimismo, los ciegos nos ayudan a ver (minutos 30-31), como Antonio y Marilena, matrimonio y animador y secretaria respectivamente del grupo sinodal de CECO (Ciegos Españoles Católicos), asociación creada en Zaragoza en 1993. “Si algo tenemos los ciegos, o los deficientes visuales graves, es que sentimos. Y nosotros hemos sentido muchos ratos al Espíritu. ¡Si supierais las ganas que tenemos de ser cristianos de primera, no discapacitados florero o armario! Además, somos gente rara: no vemos con los ojos, vemos con las manos”.

María Pilar Martínez Barca. Diócesis de Zaragoza


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