Puesto ya en marcha el pontificado de León XIV con tan buenas sensaciones, muchos se preguntan qué va a ser ahora del proceso sinodal iniciado por Francisco y no dejan de escrutar sus discursos en busca de alguna respuesta a la pregunta, ya sea en un sentido o en otro. Hace casi tres meses, nuestro colaborador Antonio Aguilera ya se preguntaba aquello de ¿Qué pasará… y qué pasaría? con un nuevo papado: «¿Qué pasará si muere Francisco antes de que fermenten los principios que han surgido del Sínodo de la sinodalidad? ¿Se apagará el rescoldo que aún humea y trata de brillar sobre los cambios reclamados universalmente para que la Iglesia salga del oscurantismo de siglos y consiga que cada cristiano se sienta orgulloso de pertenecer a la Iglesia de Jesús?».
Evidentemente, las sesiones de la Asamblea General del Sínodo concluyeron el pasado mes de octubre, emplazando a toda la Iglesia a poner en marcha sus conclusiones, hasta tal punto que se ha decidido no iniciar otro con temática diferente hasta que no se celebre la Asamblea Eclesial de octubre de 2028 (Carta del cardenal Grech). Ninguna duda entonces sobre la continuidad y trascendencia del post-sinodo. Pues, el objetivo último de todo este proceso, como señaló el Papa Francisco, no es otro que hacer de la sinodalidad el modo de ser y de actuar de la Iglesia a lo largo del siglo XXI. Y el más inmediato, llevar a cabo la implementación de las conclusiones del Sínodo en la Iglesia diocesana tal como se señala en la carta a los obispos del cardenal Grech y según las indicaciones que emanen de la Secretaría General del Sínodo para llevar adelante este plan.
Por eso, este momento de impasse o punto muerto en el que parece que nos encontramos representa una oportunidad única para valorar lo conseguido hasta ahora y al mismo tiempo para pensar con lucidez y honestidad de espíritu qué es lo que más conviene a la Iglesia y cuáles son los próximos pasos a dar cuando se retome el proceso con el nuevo impulso y las novedades que introduzca León XIV. Es lo que estamos haciendo algunos grupos sinodales tras el encuentro del pasado 12 de abril. En el nuestro hemos diseñado una propuesta de actuación que hemos enviado al Sr. Obispo, al Equipo Sinodal Diocesano, al Secretario del Consejo Presbiteral y al del Consejo Diocesano de Pastoral, con la ilusión de que sea tenida en cuenta en la planificación del próximo curso. Envío del que destaco lo siguiente:
A nuestro parecer, lo primero y más importante ahora es decidir y anunciar que el trabajo principal de la Diócesis en los próximos años va a ser el de la sinodalidad. Se trata de una verdadera opción fundamental de la Iglesia universal y, para nosotros, implica que todo quede supeditado a este objetivo, incluidos los respectivos planes pastorales. Lo que proponemos es que el Plan Diocesano de Pastoral para los dos próximos años no sea otro que el de llevar a cabo la implementación del Documento final del Sínodo, a partir del discernimiento comunitario realizado en la primera fase y recogido en la Síntesis Diocesana de mayo de 2022 (Y si lo celebramos… como se merece?). El precedente más cercano es el ya vivido durante el curso 2021-22, en el que se pospuso un año el lanzamiento del Plan VITA para que el proceso de consulta al pueblo de Dios con el que se inició el Sínodo de la sinodalidad tuviese el suficiente espacio y atención por parte de todos, como así fue. Nada extraño ha de resultar ahora adoptar ese mismo criterio para la aplicación del Sínodo, dada la especial trascendencia que tiene también para todos la fase de implementación y las dificultades que siempre supone adentrarse en un terreno poco conocido en la práctica y que, por eso mismo, exige toda nuestra atención.
A nuestro modo de ver, el objetivo principal en estos momentos requiere en el orden organizativo algunas algunas actuaciones que ya se podrían poner en marcha en este mes de junio. De entre ellas destacamos sobre todo tres:
Primero, la renovación del Equipo Sinodal Diocesano. La consigna que se nos ha dado desde Roma es que “los equipos existentes deben ser reforzados y eventualmente renovados” (Carta del cardenal Grech). A diferencia de otras diócesis, en la nuestra seguimos contando con un Equipo Sinodal Diocesano en activo y sensibilizado con el proceso sinodal. Agradecemos su trabajo y compromiso con esta tarea. Pero, dada la envergadura del trabajo que, a nuestro entender, tenemos por delante, vemos necesario proceder a la reestructuración, refuerzo y renovación del Equipo, tal como se nos indica. Al mismo tiempo que, en razón de la decisiva importancia de esta fase de implementación, este Equipo tendría que concebirse como un organismo transversal y de mayor nivel directivo en el organigrama de la Diócesis. El Equipo Sinodal Diocesano junto con el Obispo. Finalmente, creemos que es de vital importancia que las personas que se incorporen al Equipo en esta renovación lo sean mediante un proceso abierto (como indica el Vademécum), y que para ello se cuente con los 14 grupos sinodales en activo para que sean estos grupos los que, por consenso, presenten de entre sus miembros candidatos realmente implicados en el proceso sinodal.
En segundo lugar, volver a convocar a los más de 400 grupos que participaron en la primera fase e invitarles cordialmente y con razones de peso a que se reactiven para participar en esta nueva fase con más motivo si cabe que en la primera. Muchos de estos grupos no eran estrictamente grupos sinodales, sino grupos con una finalidad ordinaria distinta de la sinodal (Catequistas, Consejos, Movimientos, Colegios, Grupos de vida …); por lo que, una vez finalizada la primera consulta, se volvieron a sus tareas propias. La aportación de todos estos grupos es indispensable para una puesta en práctica realista de los principio sinodales y ellos representan el sector más movilizado y responsable de la Iglesia. La única condición para lograr su concurso es que se les proponga un plan de trabajo concreto y pautado. De ahí también lo necesario de la última propuesta. A saber:
En tercer lugar, concretar las prioridades de renovación sinodal en la Diócesis a partir del Documento final del Sínodo y de la Síntesis Diocesana de mayo de 2022. Seguramente, en la primera fase hubo muchas más propuestas formuladas por los grupos participantes, pero en este momento convendría profundizar sobre las que el proceso sinodal ha ido estableciendo y se han expresado mediante la doctrina magisterial del Documento final. El método de trabajo en este caso sería cruzar estas propuestas con las de la Síntesis Diocesana y establecer de este modo las prioridades según dos niveles de concreción operativa: el de la propia comunidad, parroquia o movimiento al que pertenecen, y el de la diócesis en general. Este trabajo que, se puede acometer progresivamente con cada uno de los cinco capítulos del Documento final, ofrecería una nueva oportunidad de participación que tendría que abrirse de nuevo a todo el Pueblo de Dios.
Es el momento de actuar en el corto y medio plazo y creemos que, incluso a la espera de las indicaciones de la Secretaría general del Sínodo, haríamos bien en focalizar todos los esfuerzos diocesanos en esta tarea que la Iglesia nos propone. Seguramente hay algunos puntos críticos que la dirección diocesana tendrá que abordar con especial sensibilidad y firmeza, tales como el papel de los presbíteros y diáconos en el proceso sinodal, la formación de los candidatos al sacerdocio o el tratamiento que los medios de comunicación de la Diócesis deben jugar para promover esta nueva dinámica sinodal.
Por nuestra parte, ilusionados con este trabajo y, en la medida de nuestras posibilidades, dispuestos a colaborar en el proceso, como los otros grupos sinodales con los que compartimos ilusiones y a los que invitamos a que colaboren en nuestro Blog Hacia una Iglesia Sinodal como un medio más de dar a conocer sus propuestas.
Emilio Aznar Delcazo. Coordinador del grupo sinodal San Carlos. Diócesis de Zaragoza


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