Desde mi experiencia tanto como laico asociado en la Acción Católica, como miembro de mi grupo sinodal parroquial, hay dos temas que personalmente me han llamado mucho la atención en estos años de camino sinodal: la participación masiva de mujeres, de bautizadas, y el reto del papel asignado por el Sínodo a los pobres tanto en el proceso, como en los documentos sinodales emanados del mismo. Del primero se habla mucho entre nosotros, del segundo, menos.
1.- LAS MUJERES
Ha sido ilusionante ver el grado de implicación y participación de laicos y laicas, sobre todo de las mujeres, ya desde la fase diocesana de 2021-22. Creo que es el laicado principalmente quien ha ido tirando, con su empuje, de este proceso sinodal en la mayoría de las diócesis, junto con las comunidades de consagrados y en particular, de las mujeres consagradas, a diferencia del clero, que ha participado menos, y es
triste reconocerlo así. En efecto, las estadísticas de la CEE y las de nuestra diócesis de Zaragoza constatan que una mayoría abrumadora de mujeres bautizadas han dinamizado y coordinado los grupos sinodales desde 2021 a 2024 (a día de hoy se mantienen 63 grupos en Zaragoza). Hablar de “hermanas y hermanos en Cristo en una reciprocidad renovada”, como hace el segundo Instrumentum laboris (IL en lo sucesivo), publicado el pasado mes de julio, es uno de los frutos del proceso sinodal, pero empalma de alguna manera con otros procesos que ya vivimos desde hace años en nuestra iglesia, con voces críticas, en ocasiones molestas para algunos: unas desde las bases de las diversas comunidades, otras, de teólogas que se pronuncian públicamente, otras desde la Revuelta de las mujeres en la iglesia…
En suma, es muy significativo que la situación de la mujer en la iglesia haya salido en todas las fases y en todos los documentos sinodales. Por un lado, con importantes fundamentos teológicos ya consolidados, como los expuestos en los nº 13 a 18 del citado IL; por otro, con las convergencias a las que se ha logrado llegar sinodalmente (sin olvidar que también hay divergencias), como vimos en el Informe de síntesis (Roma, octubre de 2023), en el tema nº 9. Por ello, me atrevo a decir con ello que algo nos estará diciendo el Espíritu a toda la Iglesia, como Pueblo de Dios, y de ahí la importancia del discernimiento sobre este tema que puedan seguir haciendo los padres y madres sinodales en Roma, en este mes de octubre. Habrá que seguir profundizando en las propuestas sobre las que no hay consensos entre las iglesias, como el diaconado femenino: por un lado, desde los grupos de trabajo de la Secretaría General del Sínodo, pero por otro, seguir escuchando las voces de una marea eclesial que parece imparable. No se pueden poner puertas al campo; menos al Espíritu. Creo que, en gran medida son las bautizadas uno de los pilares de este proceso sinodal y por ello, un tema para recoger en el documento final del sínodo, por lo que, a mi juicio, el papa Francisco tendría que valorarlo y considerarlo con más decisión.
2.- LOS POBRES
En cuanto al segundo tema, la escucha a los pobres en sentido amplio
(definidos por el Sínodo como “protagonistas del camino sinodal”), se habla y se polemiza bastante menos entre nosotros. ¿Por qué será? Sin embargo, tenemos el reto de intensificar mucho más esa escucha que hemos hecho de forma tímida y limitada en nuestras iglesias diocesanas en estos años, con los pobres, los inmigrantes, los refugiados y todos esos “nuevos pobres” a los que se refieren los apartados b) y c) del capítulo cuarto del citado Informe de síntesis. Gracias a Dios, en ese capítulo hubo muchas convergencias por parte de los padres y madres sinodales, pero reconozcamos que cuesta mucho dar pasos firmes en la práctica. Opino que todos estamos invitados a la conversión: ¿hasta dónde hemos sido capaces de hacer esa escucha más allá de los cauces habituales e institucionales como Cáritas u otros ámbitos diocesanos? ¿Por qué nos cuesta tanto dar a los pobres ese protagonismo que sobre el papel se les reconoce? El mismo Francisco nos invita a hacerlo de nuevo en la carta-bula del Jubileo como uno de los 8 signos de nuestro tiempo que debemos
transformar como peregrinos en esperanza (nº 7-15).
En definitiva, la escucha en general dentro y fuera de la Iglesia y la de los
nuevos pobres, en particular, sigue siendo un reto para todos nosotros, incluidos los movimientos de Acción Católica, si queremos ser de verdad discípulos misioneros. Así lo expresan los documentos sinodales: “La voluntad de escuchar a todos, especialmente a los pobres, que promueve el estilo de vida sinodal, contrasta fuertemente con un mundo en el que la concentración de poder excluye a los pobres, a los marginados y a las minorías… La Iglesia misma necesita crecer en esta dimensión” (nº 20 del IL).
Por último, en el segundo Instrumentum laboris se nos invita a todos los
bautizados a la conversión y la reforma permanentes (nº19-21), porque, no lo olvidemos, seguimos en sínodo más allá de octubre. Demos pasos más firmes a nivel personal y comunitario, por fidelidad a Jesús y al Evangelio, con esa esperanza que nos propone el año jubilar.
Ángel Lorente Lorente. Diócesis de Zaragoza

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