Antes de recetar o intervenir, el médico examina al enfermo con los medios técnicos disponibles para ver cuáles son sus dolencias y cómo son de graves. Es el clásico “Ver, Juzgar y Actuar”. Con el Sínodo, se nos insiste que, por el bautismo, todos somos corresponsables en la Iglesia y que no somos meros colaboradores o cooperadores del obispo o del clero.
Pero, si se quiere que seamos responsables y aumente nuestro sentido de pertenencia, necesitamos tener suficiente información para elaborar nuestra opinión antes de actuar. El hombre se rige por el entendimiento. El obispo tiene la obligación, por ahora sólo moral, de informar a los bautizados sobre su diócesis para que estos actúen adecuadamente y, a su vez, ellos tienen el derecho moral a ser informados para adoptar criterios adecuados de actuación. No es lo mismo actuar por convencimiento propio y por haber tomado conciencia de la situación, que por obediencia a la jerarquía.
Pero ¿qué necesitan conocer los fieles? Muchas cosas pero, en primer lugar, la situación real de la diócesis traducida a números y, sobre todo, las capacidades reales de nuestros recursos humanos en activo: curas,
catequistas, voluntarios, cofrades, asociaciones, etc…
No es lo mismo comprometerse a levantar 3 kilos que 60. Si “no se saben” las cifras, es necesario averiguarlas aunque cueste, porque son la base imprescindible para empezar una pastoral seria. El envejecimiento de curas y laicos es un dato numérico fundamental para la actividad pastoral. Una pirámide de edad del clero diocesano nos lo pondría gráficamente de manifiesto. ¿Cuántos sacerdotes no jubilados mueren al año y cuántos seminaristas se ordenan de cura?, ¿Cuántos sacerdotes diocesanos hay menores de 65 años?, ¿Cuál es la media de edad en nuestro clero? ¿Qué porcentaje proviene de otros países?, ¿Cuántos habitantes tiene cada parroquia de la ciudad?, ¿Cuántos emigrantes?, ¿Cuántos jóvenes?, ¿Cuántos católicos practicantes hay en cada parroquia?, ¿Qué porcentaje de ellos participa en las actividades de su parroquia?, ¿Cuántos pueblos no tienen misa semanal?, ¿Qué nuevo diseño organizacional se piensa para alimentar la fe de quienes viven en el mundo rural?
Puede suceder que los responsables de la gestión pastoral de una diócesis grande no sepan contestar a estas preguntas porque consideren que el porcentaje exacto tiene poca importancia y que basta con saber que las cosas van mal. Esto indicaría mucho desconocimiento de las ciencias sociales. Pensar que la información desanimaría aún más a los fieles o que se perdería poder social, no parecen razones suficientes. La realidad está ahí y debemos mirarla de frente sin ocultarla.
Hay que animar y arropar a nuestros obispos y párrocos proponiendo sugerencias y ayuda. Para quienes nos dirigen, claro que cuesta tiempo y trabajo averiguar los datos necesarios. Claro que es molesto consultar las decisiones con los afectados antes de tomarlas. Claro que es molesta la “rendición de cuentas”… pero en una Iglesia Sinodal en Misión hay que hacerlo, porque es muy serio lo que llevamos entre manos. Moverse es imprescindible. Llenar el cofre de la “información no compartida” porque el “saber es poder” y “el no saber incapacita”, no es admisible, si deseamos caminar unidos.
“Si fallará por alguien, que no sea ni por ti ni por mí, ¿no ves que es grave lo que aquí se juega?”
Ángel Calvo Cortés. Diócesis de Zaragoza

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